sábado, 13 de abril de 2013

A mil pulsaciones por segundo.


Despierto de los sueños le susurraba al aire, le pedía una respuesta que oculta entre sus parpados reía sin sonidos, luchando contra el tiempo, escuchando entre brisa y brisa un pequeño murmullo, ligero, de los números que cubren el viejo tiempo.
Tras una calada una bocanada, el aire gélido de el joven invierno se cuela por su boca curvada ya hace tiempo, por una triste lágrima, una lágrima que un día corrió por sus mejillas y, dentro de ella, un recuerdo, lejano como el verano y oculto por los parpados.
Silencioso caminaba por la calle pavimentada y muerta, esclavizada por el frío cemento, con el iba la luna, inmutable, arriba, mirando su paso casi tan silencioso como ella misma.
Tras sus ropas se notaba las pequeñas gotas perladas que se marcaban y recordaban su agudo grito de dolor, latente y encarnizado, producía un eco de angustia, encerrada tras carne y hueso, que dentro de su pecho maduraba y de vez en cuando estallaba a mil pulsaciones por segundo, creando el caos emotivo que dormía paciente, esperando el momento de hacer daño.
Cuando ya sus parpados pesan, cuando sus pasos cuestan, en ese momento se abren los ojos, se estiran los sueños y la verdad dura y sin respuesta se presenta en su pecho.
Y entonces el caos comienza, cubre la noche y las estrellas, decapita las mentiras y al fin, estalla por dentro, a mil pulsaciones por segundo, rompe los hilos y estalla.

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